Presentamos
los primeros resultados del grupo de discusión de gestores sanitarios (nivel
meso) a los que se ha preguntado sobre las barreras y los facilitadores de la
aplicación de las guías de práctica clínica y las recomendaciones de salud
pública. Los gestores consideran que estos instrumentos son en general de relativa
utilidad y las relacionan con los objetivos de gestión, los incentivos y la
informatización de las consultas. Opinan
que no dan respuesta a la mayoría de decisiones con las que se enfrentan los
profesionales y que no respetan las características particulares y las
preferencias de los pacientes.
La visión que presentan es
predominantemente organizativa y perciben las guías como herramientas para
estandarizar respuestas y actuaciones, así como para hacer un seguimiento y
control de la actividad: tanto a nivel de salud pública, administración
organizativa; como a nivel micro organizativo (los profesionales).
Las tres barreras más
comentadas entre el colectivo de gestores son: (i) la falta de liderazgo
organizativo, (ii) insuficientes espacios y esfuerzos destinados a la formación
y entrenamiento de los profesionales en materia de guías y recomendaciones, y
(iii) la inercia clínica entendida como inmovilismo provocado por una forma de
hacer afianzada durante mucho tiempo.
En cuanto a los factores llamados
facilitadores que ayudan o ayudarían a la aplicación de las guías, los gestores
identifican tres prioritarios: (i) presión de ciertos grupos de interés y sus
estrategias sobre los profesionales, (ii) explicar suficientemente
los impactos en costes y efectos secundarios de la no aplicación de las guías,
(iii) La
vinculación entre las guías y las directrices de gestión (en forma de DPOs)
generan adherencia, a pesar del rechazo expresado por los profesionales.
En cuanto a las propuestas
de mejora se apuntan mejorar la accesibilidad y la actualización de las guías, su presentación, la
puesta en marcha de espacios de discusión y debate, generar
nuevas inercias y liderazgo pro guías en las organizaciones, impulsar la
formación y mecanismos de acreditación de los conocimientos sobre guías y
recomendaciones, mejorar la integración de
las guías en el proceso asistencial, o diseñar estrategias efectivas con los
grupos de presión, entre otros.
Confían en la utilidad de las guías como instrumentos
para tomar decisiones, pero desconfían de los contenidos en función de quien
las genera y por qué. La gran cantidad de guías disponibles y el ritmo de
creación de nuevas guías les conducen a pensar que faltan agencias de calidad
que marquen los límites, certifiquen y tengan capacidad de marcar una agenda
independiente de los beneficios económicos. Entre los gestores aparece también
la preocupación de cómo usar toda la información almacenada y todos los datos
conseguidos vía registro. Consideran que podrían ser datos para una buena
evaluación y lo que falta es la implantación de procesos de evaluación
sistemáticos y que sean un eje más de la gestión.
Pedro Gallo, PhD
Liliana Arroyo, PhD
Liliana Arroyo, PhD
Universidad de Barcelona